miércoles, 31 de agosto de 2011

"Dejadme la esperanza".


"Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa,
con su ruinosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza."

Canción última, Miguel Hernández

sábado, 27 de agosto de 2011

Entre el sueño.

Les grâces naturelles, René Margritte
Sigue durmiendo.
No quiero que veas mis ojos infectos,
mis nudillos cansados de dar puñetazos,
mis cabellos quemados
por las chispas de ese mechero que a golpes he roto ayer.

Sigue durmiendo.
Obvia el entierro de tu mar de colonia,
pues palpita mi vista
al arder al fulgor del perfume
que siguen guardando las nubes que te oyeron querer.

Sigue durmiendo.
Mírame en sueños susurrar sin aliento,
que cada noche, a tientas, te prometo 
acariciar tus pestañas
siempre que decidas volverme a tener.

viernes, 26 de agosto de 2011

A trompicones.

Sé que, por más vueltas que de, no habrá nadie. Sé que es inútil darme la vuelta, ya que, tras de mi, la cama y mesilla de noche no van a moverse, por más que me empeñe en girarme. Y sí, aun sabiéndolo, a 26 de agosto sigo intentando ver más allá de ellas. Hoy he probado tantas veces que he conseguido cegarme. No sé cuál es mi propósito, pero hay días en los que se piensa más de la cuenta, siendo consciente, desde el principio, de que no va a llevar más que a la autodestrucción. Por eso, aquí estamos de nuevo, amigos, con la impresión de que las paredes y el techo del cuarto de una se han estrechado un par de menos y las ganas han desarrollado alas para salir revoloteando por la ventana. Aquí estamos, deseando estar en otro lugar bastante más lejano, en el que no hiciese falta recordar con el objetivo de poder entrever a aquel que se ha ido y que la última imagen que te ha hecho guardar a presión entre pecho y espalda han sido un par de ojos rojos y brillantes, cargados de lágrimas, y un "voy a echarte de menos". Luego, se cierra una puerta, y otra, y otra más, y estábamos en el mismo sitio donde me encuentro yo ahora, pero semanas más tarde.


Las palabras se secan como ríos y los besos como rosas, pero por cada muerte, siete vidas buscan los labios demandando aurora.
Alfonsina Storni

miércoles, 24 de agosto de 2011

0 inspiración.


Llegada al punto de mira, no veo más que días sucedidos ante mis ojos. No tengo más observaciones. No quiero más observaciones. No quiero seguir vistiendo el rocío, más y más sólido por cada paso que marcha. No quiero seguir calzando este cemento. No quiero. No quiero más hojas, ni más flores, ni más nieve, ni más sol. No quiero si estoy en el mismo sitio, de frío. No quiero el paso de más luces, de más rayos. No quiero esperar por lo inesperable, porque no quiero ser la aguja de un reloj. No, no lo soy. No quiero girar, y girar, presa por el mismo tiempo que yo marco. No quiero, pero es lo que hago. Y corre, y corre en el mismo sitio. Corro en el mismo sitio. Quiero salir, quiero que dejar de esperar al tiempo. Quiero que se acabe el tiempo. Quiero dejar de ser tiempo, pero resulta que yo soy el tiempo. Yo soy la limitación de mi tiempo. Yo, somos todos, porque todos abarca al tiempo. Realmente, el tiempo abarca todos. Todos limitados por yo, y yo por todos. Quiero, quiero, todos queremos.

martes, 16 de agosto de 2011

"Y la tierra que ahora ciega mis ojos sólo me deja ver tu sonrisa".

"¿Verdad que parece mentira que cuando tropiezas por fin con el sueño de tu vida, por miedo ciego o sabe Dios por qué, dejas que pase de largo sin mover un dedo para sujetarlo o intentar conseguirlo? Entonces, pobre desdichado, te vas a dar cuenta, con el penúltimo suspiro, que bajar al infierno es muy sencillo. Sólo hace falta querer, haber sido querido y no haberte dado cuenta hasta el fin del camino."


Puede ser que ya sólo quede un poco de arena como lienzo. Como carta para hablar contigo. Como folio arrugado en el que se puedan escribir unas cuantas palabras, envueltas segundos después por una fría lengua de agua que se las lleva, egoísta, para no devolverlas jamás. Y que nadie, ni tú, las vea nunca. Si tan siquiera las robara para llevártelas y si fuera el sobre de mi declaración... una especie de paloma mensajera capaz de surcar el azul de las olas y aguantar, por ti, firmemente la sofocante niebla que duerme sobre edificios. Qué grises son siempre, no sé si los recuerdas. Y la arena, que ya vuelve a lucir lisa y brillante; ya no quedan palabras, sólo huellas, pasos de nadie, tuyos y míos. Salvo los de uno mismo, no se puede saber quién pertenecen. Ni por qué. Ni cuando. Y a veces, ni siquiera nosotros dos lo sabemos. Qué gris es hoy la lluvia ¿allí lo es? Y qué tonta, parece que aún no se ha rendido en su lucha por mojar la mar ¿Me rendiría yo? ¿Cómo voy a luchar si no lograré nunca atisbar dónde termina? Y sin embargo, a día de hoy continúo sentándome para mirar; escribirte a veces una de esas cartas invisibles para ti, pero tan evidentes para mí. 
A mí sí que me moja la lluvia. Y me aplasta la niebla. A mí me duelen los picos de las gaviotas, cormoranes y araos. A mí me llevan las olas cuando me tocan. A mí me muerde la arena. 
Me has dejado gris.

sábado, 13 de agosto de 2011

Luces.


Corred, rayos de luz, perdidos e inertes.
Volad ardientes de rojo, de miedo ardientes.
Buscad cuan inmensos sois, cuan enfermos de muerte.

Porque en vida, de la misma moriréis.
Siempre sordos y tan sordos de tiempo, de alas, de gente.
Que allí, en vuestro vacío,
se apagan entonces las velas que nunca lucisteis,
ni mirasteis,
ni alumbraron.
Se apagan al soplo de la pequeñez de una estela de luz de rayo,
rápida e incansable,
hoy más ciega y más muerta de miedo,
más ardiente de rojo,
relámpago sin trueno.

jueves, 11 de agosto de 2011

Hoy vendo mi alma, pero sólo un poco.


Suelo preguntarme el por qué del paisaje enmarcado por estas ventanas. No veo el motivo de tantas pinceladas de luz, que manchan, amarillentas, la noche. Tampoco las estrellas, perdidas en la inmensidad infinita, cuando son ellas realmente la infinitud para nosotros. Y el asfalto que, como dejada lengua, barre la superficie, inalcanzable para miradas e imaginación. Y el cartel de "se vende". Me pregunto por qué hasta las estrellas, hoy, se venden. Me pregunto qué es realmente la palabra "valor".
¿Qué es el alma?

miércoles, 10 de agosto de 2011

De corazón, tripas.

Noche estrellada, Van Gogh
Déjame hacer de corazón tripas.
Esta noche pesa demasiado.
Ha crecido de ti,
por y para ti.
Déjame con tripas, porque no lo quiero.
Porque no te lo has llevado.
Porque me lo has arrojado todo.
Porque quedan tus palabras
y tus promesas
y tu mirada.
Tú, que me las diste,
en mí las dejas.
Llévatelas.
Llévate de bilis, que me quema por dentro y envenena de sed.
Llévate de olor de vómito, de todo lo que has impregnado.

Llévatelas porque esta noche me pesan.
Porque esta noche te has ido.
Porque si tú te vas, yo quiero irme.
Pero no me dejan.
Ni me dejas.

martes, 9 de agosto de 2011

27028, MADRID


Hace unos cuantos días, fui bienvenida por el ombligo español. A brazos abiertos, blancas sonrisas y lo más tierno de un pecho. A caraperro, también; pero las muecas es mejor taparlas a dos manos.
¿Destacable? La sequedad, supongo. Corre el aire acondicionado y el viento quema. Las mañanas aquí florecen con labios rotos y algo de sangre en la nariz. Las noches se despiden de uno con un par de besos sudorosos, siempre en las comisuras de una boca entreabierta. Y de la otra sequedad también. De la que dejó el olvidadizo ayer, vamos.
Lucido por un cielo azul minimalista, el ardiente asfalto madrileño recuerda a las suelas del par de sandalias de una que, quizá lastimosamente, la lluvia no ha sido quién de patear la vasta Castilla, ni escalar la escarpada Sierra. Y sin embargo, sigue presente. Curioso como la carencia de acento o la vertiginosa subida de precios presente en todos y cada uno de los comercios, incapaz aún de asimilar por una mente acostumbrada al verde. Pero también a las olas y al frío ¡Hasta luego, tristeza! ¡Nos vemos, felicidad!
Me pregunto por ti.

jueves, 4 de agosto de 2011

Ponga usted el cadáver. UNPROFOR se encarga del resto.

Sarajevo, durante la Guerra de Bosnia (1992-1995)
<< Al pie de la estatua del León, las losas de mármol del pequeño cementerio civil de la época de Tito se hallan cercadas de una marea de cipos y estelas con la medialuna y estrella de cinco puntas mezcladas con cruces católicas u ortodoxas, orientadas también conforme a la alquibla. La muerte ha igualado y reunido a los creyentes de las religiones del Libro, víctimas de una misma barbarie. A esta apretujada cosecha de cruces y estelas funerarias habría que añadir otra, monumental, con las fechas de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU de 1948, de la Convención Europea de Derechos Humanos de 1950, del Acuerdo sobre Derechos Civiles y Políticos de la ONU de 1966, de la Carta de la Conferencia sobre Cooperación y Seguridad Europeas de París de 1990, de la Carta Fundacional de las Naciones Unidas y de la célebre Convención de Ginebra con la leyenda "Aquí yacen la dignidad de la Comunidad Europea y la credibilidad de la Organización de Naciones Unidas muertas en Sarajevo. Perecieron por la inigualable cobardía y cinismo de sus negociadores y dirigentes", esto como recordatorio a todos los pueblos del mundo en cuánto vale el compromiso moral de las grandes potencias -docenas y docenas de acuerdos incumplidos y resoluciones archivadas- cuando sus intereses vitales no entran en juego. >>

Cuaderno de Sarajevo, Juan Goytisolo

lunes, 1 de agosto de 2011

Fue. Era. Soy.


Es cuando la plenitud del mar, cae en gota.
Y el todo, ceñido en nada.

Lo que era, no es.

Cuando del calor conjunto nace un pétalo helado,
y el olor de soledad.

De lo que fue, no es.

Cuando tantos dedos se han hundido de la piel. Más dentro.
Y las caricias se tornan siempre anhelos
de ayer
para mañana.
Y la luz, el oro que todavía no llega,
pero antaño,
antaño sí llegaba.