en la espera
por ti.
Por si venías.
No ha habido nunca puertas en mis
casas.
Quizás así entraste.
Para poder salir.
¿Sabes?
He olvidado las llaves de tanto pensar.
Y cadenas y candados
por no querer verlos
cuando todas las notas olían a ti.
No encuentro nada
y nadar podrías
entre sábanas,
mientras llueva
sin que las bañes.
Podríamos también insultarme
por ser tan imbécil y seguir
mis venas
frenando picaportes.
Y mi lengua envenenándonos.
Siento todas,
todas las palmas de las manos,
todos los brazos redondos
y todas las bocas secas
así,
sin significados asesinos.
Sin oportunidades afiladísimas.
Y qué si guardo navajas en cada cajón.
A mí
me gustaría que el sol y el otoño volasen
con su rojo y su capricho.
El viento seguirá regando con negro ocho y
más meses,
pero han hundido sol y otoño sus pupilas
tan blancas,
sin disimular nunca el gris
cuando me miran.
Tan frías
que regalan la coraza de escarcha
de todo lo que hoy dejaste.
Llevándote a ti.
Soy suficientemente idiota como para
escribir
quebrando trinos y aguaceros.
Mojándome.
Soy suficientemente hipócrita como para
enamorar
soledades
anhelando en secreto a mis ventanas
tan abiertas como hasta ahora.
Por ti.