miércoles, 25 de septiembre de 2013

a coruña por ejemplo

atravieso a diario los mismos caminos
que he atravesado tantas otras veces
dejo continuamente impresas
en cientos de esquinas
las huellas pisadas estelas surcos cicatrices
en las que se ha ido convirtiendo
mi día a día

sin embargo
hay veces en las que
aun pisando a propósito a esa yo
de semanas meses años segundos antes
no siento nada
nada ni vivo ni muerto
nada bajo las suelas de mis zapatos

resulta
que hay veces en las que
los recuerdos
no se dejan pisar

(resulta que 
hay veces 
en las que los recuerdos
quieren saltarme a la cara)

martes, 17 de septiembre de 2013

Autovía del Noroeste

Soy capaz de atravesar el mundo
completamente quieta.
Soy capaz de ser las malgastadas carreteras,
las casas espolvoreadas como escamas sobre la montaña
y el inacabable felpudo verde
que en sus más diversas texturas
arropa al suelo
que surco.

Pero en realidad lo que soy
es incapaz
de no ser.
Traspaso cielos, tierras, aires…
Sin pretenderlo.
Sin pretenderlo y sumida
en el más resignado silencio.

El viaje constante no me afecta pues
-el tiempo pasa, yo paso-
no puedo ser sino la corriente que me arrastra así
-yo paso y también el tiempo-.
Así, tan ligera, tan callada, tan quieta.

Así, sin que casa, ni hogar, ni refugio
existan.




martes, 3 de septiembre de 2013

Accidentes cotidianos

En Cadena SER, una emisora de radio, se oferta la posibilidad de participar en concursos literarios casi cada semana. Una modalidad de éstos consiste en que, a partir de una frase ya facilitada, el concursante debe elaborar un microrrelato que no sobrepase las 100 palabras. Mi primer y único intento de participación lo publiqué aquí hace ya meses. Ahí va el segundo:


Frase del comienzo: Somos dos tíos fuertes, ¿a que sí?


Mi aportación:

No ha sido nada, un chichón, una herida de guerra ¡Nada! No, no, no llores... ¡Escucha! ¿Ves que yo llore? Los tipos duros no lloramos. No es nada, en seguida se pasa. Aguanta un poco y no le diremos nada a mamá. No querrás que nos riña, ¿no? Tú tranquilízate... Y, oye, espérame un segundito aquí quieto a que traiga una cinta de esparadrapo. Agarraremos bien esa cabeza al cuello y nadie notará la diferencia, ¡palabra!

El niño salió de puntillas, cerrando la puerta al tiempo que la cabeza del peluche de su hermana rodaba sobre el parqué.



Con respecto a mi situación en el concurso, no tengo ni tendré nada que decir. No es que no llegara a algún puesto del que me pudiera regodear un poco, es que ni siquiera llegué a participar. El plazo para enviar el relato había cerrado más de dos meses antes de que yo lo hubiera escrito.