Mátame por haber sido yo quien ha arrancado humedad de tus entrañas y un silencio del corazón,
y del querer de cada brillo de la noche que he convertido en llaga,
y la marea que a cada huella he enviado para que se sumiera en nada.
Apágame a la luz de tu clavel, del que usamos para teñir nuestros labios,
y envíame un suspiro de soledad también, de la misma que mis dedos han besado,
y la traición del llover, de las gotas que por mí lo han arrastrado.
Regálame el recuerdo de los días de amor de tu mano,
y la rareza y felicidad que supuso el tener,
y las promesas que he desangrado.
Muchas gracias por este regalo. Eres maravillosa, por dentro y por fuera.
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