Este poema es, en realidad, una variación de otro publicado hace dos años, en este mismo blog, titulado Martes.
Martes de Carnaval es Carnaval
por diversos motivos.
Los trajes de brillantes, que no resplandecen,
y las chisteras de colores invisibles, por ejemplo.
Las caras miradas diferente cada día
que son bellísimos esbozos
del miedo.
Carnaval.
Es Carnaval
y todas las pinturas portan disfraces
de tonalidades pastel
para borrarse.
Todas.
Carnaval.
Es Carnaval
porque llega con el famoso director de orquesta
el durísimo látigo verde
de la desesperanza.
Es verde ironía
este azote.
Vara verde, negra y amarilla.
Carnaval.
Es Carnaval.
Amanecer de destellos magenta
con intermitente olor a oro escondido
entre la carne muerta
cada mañana,
Carnaval.
Es Carnaval
y las monedas
jamás osarían reconocer su traje
rojo carmesí.
Carnaval.
Es Carnaval,
Carnaval.
Por las monedas es hoy Carnaval.
También
la piel de la sangre, que es rugosa, es eterna,
eterna como esta tensión muda,
y el desorden sin movimiento
que es
perpetuo
aquí,
como
imperturbable
Carnaval.
Es Carnaval.
Carnaval.
Es un martes cualquiera,
aunque no me entiendan,
Carnaval.
Isabel Gómez Rguez
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