La sombra,
la herida,
el polvo
escriben añoranza
por verse sentenciados a balbucear
ante una costra
que nunca ha entendido sus palabras.
La desesperanza está escrita.
Encarna cada hueco.
Es plenamente consciente
de que no está en su horizonte,
algún día, conocer
la fugacidad de tu aliento.
La herida,
el polvo,
la sombra
escriben apego.
Afecto, incluso, a la tristeza.
Al velo bordado de melancolía
que ante ellos torna tus labios
en quedo e insensible silencio.
Háblame.
Escribo ansiedad,
angustia,
hambre.
angustia,
hambre.
Me desahogo sin mencionarte.
La sombra, la herida, el polvo,
¡escriben para ti!
A ti me dirijo.
A ti me dirijo.
Y sin poder decirte, te digo.
Te digo.
Te digo.
Añadir
que mi veneno ensartado entre frases
no reclamará de ti lo que no sea aire.
Que me he encadenado tu tranquilidad al pecho.
Isabel Gómez Rguez
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