jueves, 14 de julio de 2011

Las comparaciones son odiosas.

Son hasta irónicas las grandes capacidades del ser humano. Y digo "grandes" por ese fastuoso invento, que con nosotros ha nacido, llamado "comparación". Grandes, comparadas con la inferioridad que supone la mera mecánica de los animales. Me pregunto si esa supuesta inutilidad no haría de nosotros seres más útiles de lo que realmente somos. Más brillantes. Porque, entonces, la sangrienta comparación no se encargaría, cargada de pólvora hasta los topes, de llevarse a la sombra del olvido a todos aquellos que no superasen lo que unos pocos consideran como "bueno". "La sombra del olvido" es una bonita metáfora que acabo de sacarme de la manga, es la muerte. Y "olvidada", porque nadie retiene en la memoria a las víctimas de la comparación. Las víctimas de la subjetividad, que tan objetiva luce en nuestras cabezas; tan opaca que ciega nuestros ojos y cerebro, e incluso el de nuestros amigos, vecinos y los del mundo entero.
No entiendo cómo nuestra capacidad de evaluación es capaz de crecer tanto, de salir de nuestras cabezas. No entiendo cómo un juício puede traspasar pieles, aire y huesos. Cómo una valoración mata o enriquece. No lo entiendo. Pero menos aún entiendo el por qué de esas evaluaciones, juícios y valoraciones. No entiendo el por qué de las comparaciones. No entiendo por qué, siendo el ser humano (en teoría) tan capaz de obrar en consecuencia de sus actos, sigue empeñado en continuar con ellas tal y como empezó; a la vista de miles de años de consecuencias, por si a la primera no se había enterado. Seguimos empeñados en apoyarlas a sabiendas de nuestra ceguera voluntaria. A sabiendas de que son falsas en muchas ocasiones. A sabiendas de que pueden significar tragedias.

Fusilamientos del 3 de mayo, Francisco de Goya
Bueno, sólo quería hablar de los bombardeos de Bombay. De las minas de Camboya. De los tiroteos de Siria. De las torturas de Ciudad de Juárez. De eso y de las palabras que encarnaron todo ello a modo de pensamientos. Y del olvido. Pero para que olvidemos "millones de víctimas" y nos detengamos en "hay personas que han perdido la vida". Tanto asesinos como asesinados son personas. Tanto mentirosos, como ingenuos. Y si somos personas, somos iguales en derechos. Y si valemos (o costamos, porque ahora está más de moda ese término) lo mismo, ¿por qué comparar?
Las comparaciones son realmente odiosas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué te parece?