viernes, 16 de noviembre de 2012

Saber es una pena

No intentes decir nada.
Conozco los abrazos,
lo que no quieren decir ni dicen.

Obligatoriamente, sé.

Sé que
una noche, por ejemplo, es un punto.
Un punto y una pena.
Y una pena eso de los puntos,
de los "yas".
Una pena tener que saber a estas alturas
y preferir que nadie se moleste ya
en enviar invitaciones a cualquier túnel.
Una pena haber visto que en cada manzana
se esconden
amaneceres de diamantes,
pero amaneceres.

Siento mucho haberme dado cuenta
de que en lo que el alba nos arropa,
deposita adioses cada vez más sonoros
en nuestros oídos.

De verdad siento lo inevitable:
los hechos;
nuestra necesidad de acuchillar
las confesiones
todas las veces que hacen falta
antes de haberlas parido, y
tratar de evitar
que un pañuelo perpetuo
desanude nuestras pupilas.

¿Hubieras sido capaz de observarme
a mí?

Amor, amor:
amor
es fin, final, puntos,
por ser amor.
Desoigamos, 
pues, 
mejor al otro,
al de mentira.
Si es que de todas formas,
seguiríamos siendo nosotros
y doliendo,
querido alguno.


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