jueves, 17 de enero de 2013

Eres, en fin

Mirándome más allá de mí, noche,
eres dos soles negros.
Dos estrellas calcinadas.
Eres dos profundísimas fosas,
mi obligado e irrevocable mortuorio.
Eres, en fin, dos lágrimas de carbón
cercadas por inalcanzable ceniza,
y el más letal de los fuegos.
Dos caderas y dos llamas,
dos dolores en mis dos pechos
y dos llamamientos a un llanto
incapaz de huir de mis entrañas.

Nunca había sido
tan víctima
de mis propias tinieblas.

Eres dos voces.
También dos gargantas
igual de muertas.
Eres un par de manos demasiado húmedas,
hastiadas, cansadas de vapulear
el tan gastado bastón de ciego
que yo me he desvivido por representar.

Pero es que eres el espejo del mundo.

Isabel Gómez Rguez



2 comentarios:

  1. Lo mejor que has escrito hasta ahora.

    Tafio

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    1. ¡Vaya! Muchas gracias, Benitafio. Otro placer hacer negocios contigo, hombre.

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