lunes, 23 de mayo de 2011

Otra inutilidad más para la colección:


Abre tus manos y míralas. Están sucias. Míralas desde el fuego que esconden, desde la sangre que brota, desde la que pocos ahora tienen. Mira la suavidad de los latidos del pecho en tus muñecas. Siguen sucias. Ahora y después, pero como todo. Todos estamos sucios. Todos respiramos una masa candente de hierro. Somos oscuros y somos profundos. Estamos complejamente podridos de mierda. Nuestras pupilas no son si no focos que alumbran y buscan incesantes más deshechos. Deshechos porque no hacen nada, no porque hayan dejado de hacer. Permanecemos anclados en el fondo de la infinitud estrellada, no de astros, si no de golpes. Ansiamos la simpleza y nos manchamos de dificultad. Permanece por no entenderla. Has abierto tus manos, pero no tu mente. Los ojos no son si no luces, ¿sirve la luz si no es vista? ¿No es mancha todo aquello que tapa y ensucia, como la negrura? Una pena que el alma se pierda si no se usa.

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