viernes, 29 de julio de 2011

Viejo

Viejos comiendo sopa, Francisco de Goya
Ya los pasos del sol le duelen,
tantas albas, amaneceres; 
el mismo camino.

Ya los años, que con lluvia resbalan.
Ya los charcos;
turbio espejo de lo vivido.

Tantas noches
desde mil miradas aplastan
los huesos del alma; 
los huesos de lo que un día hubo sido.

Ya es mañana.
Ya la tierra llama.
Le grita.
Le llora.
Ya le ruega por su corto destino.

La brevedad de existir cansa,
agota la piel; 
saco de llanto, 
río eternamente escondido.

Sueños, deseos de ayer, 
el viento mata;
y hoy congelados, 
ahogados de opaco, 
en frío hundidos.

Saber, sabía; 
había oído al olvido,
susurros de soledad y hambre,
secretos mortales
ebrios de castigo.

Las estrellas ya no desvelan sus noches, 
y a manos de luna dibujan el fin 
del camino,
tiñen sus labios de arrugas,
secan sus párpados dormidos. 
A base de dudas, balas disparan
cargadas de recuerdos, 
antiguos latidos.

Y es que el tiempo
hasta atraparnos, 
sigue y seguirá,
tal y como siempre nos ha seguido.

martes, 19 de julio de 2011

Continúa el mal tiempo.


Al final. Es aquí llegamos a las carreras. En nuestra incesante competición, por llegar. En lo transparente de un cristal, en el que vivimos. Luchamos entre gotas de lluvia por la victoria. Ya no a ver a través de ellas, si no contra ellas, en nuestro afán de adelantarlas. De dejarlas atrás. De sorprendernos cuando hemos ganado, o bien perdido. A oscuras, pero con linterna, velas o mecheros. A oscuras, al fin y al cabo, al final y al principio.
Y si nos creemos pétalos, dormidos en un espejo de lágrimas. Y si nos creemos rosas, ausentes a la caída. Y si nos creemos flores, lo somos; y si caemos, en nuestras propias espinas. Y que llueva. Y que claven. Y muerdan. La sangre es negra en la oscuridad, las miradas no miran, las manos no encuentran. ¿Pervive? El corazón propio, perdido entre caídos. Confundido, que ya no siente ni sentirá. Impávido como quien creyó ser, pero solo de sí mismo. De su latir, de su carne, de su ser. Y que llueva. Que llueva más, porque aquí siempre llueve. A las prisas llueve. Para tapar de más lo que ya son muchos. Tapar ne más negro para perderlos. Para olvidarlos. Para cubrirlos de pétalos mojados. De espinas mojadas. De gotas y cristales secos. Y que siga lloviendo.

Omar Khayyam


15. Alén da Terra, alén do Infinito,
eu procuraba enxergar o Ceo e o Inferno.
Unha voz solemne díxome:
"O Ceo e o Inferno están dentro de ti."

20. Foxen os nosos días rápidos coma auga do río
ou vento do deserto.
No entanto, dous días déixanme indiferente:
o que pasou onte e o que virá mañá.

27. Admitamos que teñas resolvido o enigma da criación.
¿Cal é o teu destino?
Admitamos que teñas podido desvelar a Verdade.
¿Cal é o teu destino?
Admitamos que teñas vivido cen anos, feliz, e que vivas outros cen.
¿Cal é o teu destino?


jueves, 14 de julio de 2011

Las comparaciones son odiosas.

Son hasta irónicas las grandes capacidades del ser humano. Y digo "grandes" por ese fastuoso invento, que con nosotros ha nacido, llamado "comparación". Grandes, comparadas con la inferioridad que supone la mera mecánica de los animales. Me pregunto si esa supuesta inutilidad no haría de nosotros seres más útiles de lo que realmente somos. Más brillantes. Porque, entonces, la sangrienta comparación no se encargaría, cargada de pólvora hasta los topes, de llevarse a la sombra del olvido a todos aquellos que no superasen lo que unos pocos consideran como "bueno". "La sombra del olvido" es una bonita metáfora que acabo de sacarme de la manga, es la muerte. Y "olvidada", porque nadie retiene en la memoria a las víctimas de la comparación. Las víctimas de la subjetividad, que tan objetiva luce en nuestras cabezas; tan opaca que ciega nuestros ojos y cerebro, e incluso el de nuestros amigos, vecinos y los del mundo entero.
No entiendo cómo nuestra capacidad de evaluación es capaz de crecer tanto, de salir de nuestras cabezas. No entiendo cómo un juício puede traspasar pieles, aire y huesos. Cómo una valoración mata o enriquece. No lo entiendo. Pero menos aún entiendo el por qué de esas evaluaciones, juícios y valoraciones. No entiendo el por qué de las comparaciones. No entiendo por qué, siendo el ser humano (en teoría) tan capaz de obrar en consecuencia de sus actos, sigue empeñado en continuar con ellas tal y como empezó; a la vista de miles de años de consecuencias, por si a la primera no se había enterado. Seguimos empeñados en apoyarlas a sabiendas de nuestra ceguera voluntaria. A sabiendas de que son falsas en muchas ocasiones. A sabiendas de que pueden significar tragedias.

Fusilamientos del 3 de mayo, Francisco de Goya
Bueno, sólo quería hablar de los bombardeos de Bombay. De las minas de Camboya. De los tiroteos de Siria. De las torturas de Ciudad de Juárez. De eso y de las palabras que encarnaron todo ello a modo de pensamientos. Y del olvido. Pero para que olvidemos "millones de víctimas" y nos detengamos en "hay personas que han perdido la vida". Tanto asesinos como asesinados son personas. Tanto mentirosos, como ingenuos. Y si somos personas, somos iguales en derechos. Y si valemos (o costamos, porque ahora está más de moda ese término) lo mismo, ¿por qué comparar?
Las comparaciones son realmente odiosas.

miércoles, 6 de julio de 2011

Suponer.

Supongo que era de otras manos de las que se necesitaba para abrir por fin el ataúd. Otros suspiros, otras sílabas. Otras alas, supongo. De otro plumaje para atravesar a nado el impávido cielo. Supongo que la vida son alas grandes, alas de halcón, alas de las que simplemente se exige apertura. Supongo que moverse a día de hoy, está de más. Y si viene el viento... Si viene el viento, pues permanecer. Y ver, supongo, la quietud. El sueño en los párpados, sueño o pasividad. Hoy son lo mismo. Alas que no se mojan, porque el mar está lejos, demasiado profundo como para llegar si uno se eleva correctamente. Si uno se deja, no se moja. No hay olas. No hay viento allá arriba. No hay nada. Nada. Por el aire. Nada a flote. Nada. Nada haciendo el muerto. Porque son eso las alas. Lo impávido y quietud. La serenidad de esta noche infinita. Y si viene el viento, nada. Si viene el viento nada, porque entonces ya no eres. Eres aire. Y tus alas... Tus alas al mar.


martes, 5 de julio de 2011

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Me dijiste "no creo tu reflejo,
ni en tus labios, ni los besos que en tu aliento se pierden al mirar".
Y yo, a base de espejos,
te enmarqué a la luna y a esa estrella que ni se dignaron a asomar.
Y así, a ventana abierta,
que con las cenizas que rebolotean al aire confesé: quise fracasar.
Mas, sé
que entre laberintos
de cemento, piedra o tierra,
perseguiré del gato a su negrura para salir de este zarzal.
Y a los tropezones, 
pues tus huellas no abandonan la figura que dejaste a cada esquina de tu caminar.
Y caídas y sudores,
y lágrimas de asfalto, 
pero que me caiga un rayo si no te he dicho la verdad.
Que no, que no me he rendido.
Ni lo haré jamás.