lunes, 2 de abril de 2012

Mimos-as.




Si aullase el amarillo de mimosas
tendido en rocas
como bien y tan bien vestidas
de pintura,
bramaría por los nombres
lilas y rojos
escu(L)pidos sin vergüenza.
Sin esculturas.

Mugirían las palabras
asfixiadas, como mercancía,
si se interrumpiesen por las vías
unas y otras sobre más de dos entre y encima de diez pero menos, sí infinito,
para no ser más amontonadas
entre vagones.
Sus letras no contagian
bajo tierra.
Bajo tierra
tiesas,
lisas,
rosas
y aún rosas a pesar de la piedra.

Somos/son los nombres del espejo.
Los nombres podridos del sol,
al sol, de mil soles,
sin sol.
Sólo su mugre es dolor
y los colmillos secos del ser, sino haber sido.

Repito que
si aullasen las mimosas.
Si tuviesen voz
sería por ellos.
Amarillo noble,
como acero en mano para ti,
pero por su transparencia.

Si no fuesen flores
no chillarían.

Si aullasen,
bramasen,
gimiesen.

Dirían sones
más inteligentes

que tú.

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