viernes, 26 de agosto de 2011

A trompicones.

Sé que, por más vueltas que de, no habrá nadie. Sé que es inútil darme la vuelta, ya que, tras de mi, la cama y mesilla de noche no van a moverse, por más que me empeñe en girarme. Y sí, aun sabiéndolo, a 26 de agosto sigo intentando ver más allá de ellas. Hoy he probado tantas veces que he conseguido cegarme. No sé cuál es mi propósito, pero hay días en los que se piensa más de la cuenta, siendo consciente, desde el principio, de que no va a llevar más que a la autodestrucción. Por eso, aquí estamos de nuevo, amigos, con la impresión de que las paredes y el techo del cuarto de una se han estrechado un par de menos y las ganas han desarrollado alas para salir revoloteando por la ventana. Aquí estamos, deseando estar en otro lugar bastante más lejano, en el que no hiciese falta recordar con el objetivo de poder entrever a aquel que se ha ido y que la última imagen que te ha hecho guardar a presión entre pecho y espalda han sido un par de ojos rojos y brillantes, cargados de lágrimas, y un "voy a echarte de menos". Luego, se cierra una puerta, y otra, y otra más, y estábamos en el mismo sitio donde me encuentro yo ahora, pero semanas más tarde.


Las palabras se secan como ríos y los besos como rosas, pero por cada muerte, siete vidas buscan los labios demandando aurora.
Alfonsina Storni

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